La evolución de Hizbulá, el "Partido de Dios", se refleja claramente en dos entrevistas realizadas a su número dos, Naim Qassem, en 2006 y noviembre de 2023. Estas conversaciones revelan no solo los cambios en la organización, sino también los errores cometidos durante su expansión.
Hizbulá, fundado en 1985 como respuesta a la ocupación israelí del sur del Líbano, ha experimentado una transformación significativa desde sus inicios. La primera entrevista en 2006 se llevó a cabo en un ambiente que recordaba al Líbano de los años 80, con estrictas medidas de seguridad. El periodista y su traductora tuvieron que someterse a rigurosos controles antes de acceder al lugar de la reunión.
En contraste, la entrevista de noviembre de 2023 se realizó en circunstancias muy diferentes, reflejando los cambios en la organización. Hizbulá, que comenzó como un grupo paramilitar, ha evolucionado hasta convertirse en un actor político con representación en el parlamento libanés desde 1992.
La organización, liderada por Hassan Nasrallah desde 1992, ha ampliado su influencia más allá de las fronteras libanesas. Su participación en la guerra civil siria, apoyando al gobierno de Assad, y su presunta implicación en actividades internacionales han transformado su perfil.
Naim Qassem, subdirector general de Hizbulá desde 1991, ha sido testigo de esta evolución. Bajo su liderazgo, la organización ha desarrollado una compleja estructura de toma de decisiones y ha expandido sus capacidades, incluyendo el desarrollo de una red de túneles en la frontera con Israel y capacidades de guerra cibernética.
Sin embargo, esta expansión no ha estado exenta de errores. Hizbulá ha sido acusado de asesinatos políticos en el Líbano y de participar en atentados terroristas fuera del país, lo que ha llevado a su designación como organización terrorista por varios países occidentales.
A pesar de estas acusaciones, Hizbulá mantiene un fuerte apoyo en ciertas áreas del Líbano, donde proporciona servicios sociales. La organización también opera una estación de televisión llamada Al-Manar, ampliando su influencia mediática.
Las diferencias entre las dos entrevistas con Qassem reflejan no solo los cambios en Hizbulá, sino también en el panorama político y social del Líbano. La organización, que una vez operaba en las sombras, ahora se mueve con mayor visibilidad, aunque mantiene su brazo armado separado de las fuerzas armadas libanesas.
Esta transformación plantea preguntas sobre el futuro de Hizbulá y su papel en el Líbano y la región. La organización, que comenzó como una respuesta a la ocupación extranjera, se ha convertido en un actor complejo con influencia tanto local como internacional.
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Las palabras de Qassem reflejan la postura actual de Hizbulá, que sigue manteniendo una retórica confrontacional hacia Estados Unidos e Israel. Esta declaración subraya la continua tensión en la región y el papel que Hizbulá busca desempeñar en los conflictos regionales.
En conclusión, las dos entrevistas con Naim Qassem ofrecen una ventana única a la evolución de Hizbulá. Desde sus inicios como grupo paramilitar hasta su actual posición como actor político y militar influyente, la organización ha experimentado cambios significativos, no todos positivos. El futuro de Hizbulá y su impacto en el Líbano y la región siguen siendo temas de gran interés y preocupación internacional.