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De la ciudad al campo: La historia de dos pastoras modernas en los Picos de Europa

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María y Susana, dos jóvenes madrileñas, cambian la vida urbana por el pastoreo en los Picos de Europa. Su historia desafía estereotipos y revela los desafíos y satisfacciones de esta antigua profesión en el siglo XXI.

En las escarpadas laderas de los Picos de Europa, un macizo montañoso declarado Parque Nacional en 1995, dos jóvenes madrileñas, María González Lahuza y Susana de Benito, han encontrado un propósito inesperado. Hace aproximadamente un año y medio, estas treintañeras dejaron atrás la vida urbana para convertirse en pastoras de 500 ovejas merinas, una raza conocida por su lana de alta calidad y su adaptabilidad a diversos climas.

Su día comienza al amanecer, cuando abren el aprisco y guían al rebaño hacia los pastos de altura. Los mastines, perros de gran tamaño tradicionalmente utilizados para proteger el ganado, y Boira, una border collie experta en pastoreo, les ayudan en esta tarea. El sonido de los cencerros y el ladrido ocasional de los perros rompen el silencio de la montaña.

El camino que las llevó hasta aquí no fue directo. María, arquitecta técnica, y Susana, educadora social, se encontraban desencantadas con sus carreras profesionales. La crisis del coronavirus en 2020 y una búsqueda de propósito llevaron a María a contactar con la escuela de pastores de Madrid, mientras que Susana ya llevaba desde los 23 años vinculada al mundo del pastoreo tras una experiencia transformadora en una cooperativa agrícola.

Ambas forman parte ahora del proyecto BioNNOMÍA, respaldado por la Fundación Monte Mediterráneo y la Organización Interprofesional del Ovino y Caprino de Carne (Interovic). Este proyecto busca preservar la trashumancia, una práctica milenaria reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO desde 2019, que contribuye significativamente a la conservación de la biodiversidad y la prevención de incendios forestales.

La vida en la montaña no está exenta de desafíos. El frío, la soledad y los prejuicios son obstáculos que deben superar. Sin embargo, han descubierto una nueva forma de conectar con el territorio y aprender de las ovejas. "Me han enseñado ellas más a mí que yo a ellas", confiesa Susana.

Contrariamente a los estereotipos, estas pastoras modernas no están aisladas del mundo. Su chozo de 15 m² está equipado con tecnología que les permite mantenerse conectadas. Esta fusión de tradición y modernidad ejemplifica el "pastoreo de precisión", una tendencia creciente en el sector.

María y Susana también trabajan para desmitificar la profesión y destacar el papel histórico de las mujeres en el pastoreo. "Siempre ha habido pastoras", recuerda Susana, desafiando la percepción de que es un oficio exclusivamente masculino.

"No es una moda"

María González Lahuza

Mirando hacia el futuro, ambas ven la necesidad de mayor apoyo político para valorar la profesión y su función medioambiental. Sus planes personales incluyen seguir vinculadas a la ganadería: María planea criar ovejas y elaborar helados artesanales, mientras Susana busca nuevos proyectos en el sector.

La historia de estas dos mujeres no solo desafía estereotipos, sino que también pone de relieve la importancia del pastoreo en la conservación de ecosistemas y tradiciones. En un mundo que enfrenta desafíos climáticos y pérdida de biodiversidad, su labor adquiere un significado aún más profundo, demostrando que el regreso al campo puede ser una respuesta a los desafíos del siglo XXI.

Astolfo Gallardo Jiménez