En un movimiento controvertido, Keir Starmer, líder del Partido Laborista, ha presentado un plan para combatir el fraude en las prestaciones sociales durante la conferencia nacional en Liverpool. Esta propuesta ha generado una reacción inmediata del ala izquierda del partido, reavivando tensiones internas.
El anuncio de Starmer, que busca ahorrar aproximadamente 1.900 millones de euros al erario público, ha sido criticado por figuras prominentes como John McDonnell, quien comparó la retórica con la de los conservadores en 2010. Esta comparación evoca recuerdos de la era de austeridad que siguió a la crisis financiera de 2008.
A pesar de la controversia, Starmer ha intentado proyectar optimismo, prometiendo "renovar el Reino Unido" y "reconstruir los servicios públicos". El líder laborista instó a los británicos a unirse en una "lucha compartida" para los próximos años, sugiriendo que "hay luz al final del túnel".
El plan propuesto otorgaría a los inspectores de servicios sociales poderes similares a los de los inspectores fiscales, permitiéndoles acceder a cuentas bancarias para verificar si los beneficiarios tienen ahorros superiores al límite establecido de 19.000 euros. Esta medida se dirige a los aproximadamente 2,8 millones de británicos considerados "inactivos" por enfermedad, una cifra que ha aumentado significativamente desde la pandemia de COVID-19.
"Vamos a aprobar una ley de asistencia social que haga frente al problema de las largas bajas por enfermedad y que haga a la gente volver al trabajo. Sacaremos provecho de cada penique porque vamos a acabar con el derroche de raíz y a perseguir a quienes eluden impuestos."
La propuesta ha generado preocupación entre los sindicatos y el ala izquierda del partido, que temen una nueva era de austeridad. Algunos críticos argumentan que estas medidas son más drásticas que las implementadas por gobiernos conservadores anteriores.
El contexto político es complejo para Starmer, quien llegó a Liverpool con bajos niveles de aprobación y enfrentando críticas por escándalos recientes. Su intento de cambiar el tono sombrío de su mandato se ha visto obstaculizado por las divisiones internas del partido.
A pesar de los desafíos, Starmer mantiene su posición: "Nuestro proyecto será duro a corto plazo, pero las decisiones serán correctas a largo plazo y el país se va beneficiar". Reconoce el cansancio de la población con la política y la crisis del costo de vida, pero insiste en que su enfoque es necesario para el futuro del Reino Unido.