La relación diplomática entre España y México, establecida formalmente en 1836, enfrenta un nuevo desafío. El gobierno español ha decidido no enviar representantes a la ceremonia de toma de posesión de Claudia Sheinbaum, la primera mujer electa como presidenta de México, programada para el 1 de octubre de 2024.
Esta decisión surge como respuesta a la exclusión del Rey Felipe VI de la invitación oficial. Sheinbaum publicó una carta en redes sociales explicando que esta acción se basa en políticas heredadas del gobierno anterior de Andrés Manuel López Obrador, remontándose a 2019.
El procedimiento habitual para estas ceremonias implica que el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, encargado de las relaciones diplomáticas del país, reciba una nota diplomática y decida quién representará a España. Tradicionalmente, debido a un mandato constitucional, el Jefe del Estado español asiste a estos eventos, reflejando el papel ceremonial de la Casa Real española en la política exterior.
Sin embargo, en este caso, la invitación fue dirigida específicamente al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, solicitando expresamente que el Rey Felipe VI no asistiera. Esta ruptura del protocolo ha generado tensiones diplomáticas entre ambas naciones.
Es importante destacar que México, una república federal compuesta por 32 entidades federativas, tiene una larga historia compartida con España. Desde la colonización española en 1521 hasta su independencia en 1821, los lazos entre ambos países han sido complejos y profundos.
La ceremonia de toma de posesión presidencial en México, que tradicionalmente incluye la entrega de la banda presidencial, es un evento significativo en el Palacio Nacional, sede oficial del Poder Ejecutivo Federal. Este acontecimiento marca el inicio de un nuevo capítulo en la historia política de México, con Sheinbaum asumiendo el liderazgo de una nación con un sistema político de democracia representativa federal.
La decisión de España de no participar en este evento histórico podría tener implicaciones para las relaciones bilaterales y en foros internacionales como la Organización de Estados Iberoamericanos y la Cumbre Iberoamericana, donde ambos países han colaborado históricamente.
Esta situación pone de manifiesto los desafíos diplomáticos que enfrentan las naciones con lazos históricos profundos, especialmente cuando las tradiciones protocolarias chocan con las nuevas realidades políticas.